viernes, 29 de octubre de 2010

Nubecita, el chanchito distraído.

Cuento de Héctor G. Oesterheld. Editorial sigmar.


Nubecita, el chanchito, era tan distraído que se olvidaba de jugar con sus amigos y se pasaba los días y los días mirando correr las blancas nubecitas por el cielo azul...
Por eso todos lo llamaban Nubecita.
Tan distraído era que una noche, cuando se fue a dormir, no se dio cuenta de que se acostaba arriba de un carro lleno de pasto.
¡Qué bien durmió esa noche!
Pero el carro lo llevó a la ciudad...
Ya en la ciudad, Nubecita se puso a trabajar con un heladero.
Pero como era tan distraído. Nubecita se comió todos los helados, sin dejar ni uno solo, y además vendió el carrito.
Entonces un diariero le dio un montón de diarios y revistas para que los vendiera. Pero como era tan distraído, Nubecita se sentó en la vereda y se puso a leer los chistes y las histoietas y a mirar las interesantes figuras en colores.
Entonces se puso a trabajar con un repartidor de gaseosas, y allá fue Nubecita, de puerta en puerta, por todo el barrio, cargado de botellas.
Pero como era tan distraído, Nubecita se tomó las gasesoas y tiró las botellas.
Entonces se puso a trabajar con un cartero, y allá fue Nubecita, con una gran cartera al hombro, llena de cartas.
Pero como era tan distraído, apenas Nubecita encontró un buzón, metió todas las cartas adentro.
Entonces todos se enojaron muchísimo con él, y el heladero, y el diariero, y el repartidor de gaseosas, y el cartero lo sacaron corriendo.
Corrió y corrió Nubecita, hasta que se escondió en una casa.
Pero como era tan distraído, no se dio cuenta de que la casa no era una casa, sino...¡el último coche de un tren...!
UN tren que tutuuuuu, rápido, rapidito, lo llevó de vuelta al campo.